Nací en 1984, cuando Zaragoza iniciaba un proceso de expansión que llevaba a trabajadores, visionarios o aventureros a buscar en las tierras del ACTUR la casa soñada.
A mi bautizo sólo asistieron unos pocos pioneros establecidos en las tierras de Pablo Iglesias. No extraña entonces que, en este ambiente de película, y arropando la reivindicación de los cineastas aragoneses, me pusieran este nombre que luzco con orgullo.
Mi infancia fue difícil, pero llena de vitalidad y experiencias estimulantes. Mis aulas no podían albergar una demanda cada vez más numerosa y hasta tuve que atender a los chiquitines en unos bajos mal acondicionados. Fueron tiempos heroicos.
Con la juventud mejoró la situación y tuve un hermano pequeño que hoy es la alegría de la casa y nos empuja a todos con su ilusión. Me gusta pasear por él y observar sus pasillos llenos de payasos, pinturas de dedos, canciones y palabras a media lengua.
Estoy alcanzando la madurez. La tierra lejana y solitaria se ha poblado en oleadas sucesivas. Han aparecido bloques altos, comercios, tráfico y nuevos servicios. Hasta he ayudado a algunos compañeros a instalarse en estas tierras. Con la madurez me han aparecido también algunas «goteras», pero estoy contento. A la vitalidad de antaño añado la experiencia de estos años. Por mis dependencias han pasado maestros abnegados, padres encantadores, cocineros reputados, simpáticos conserjes, deportistas, sindicalistas…, pero, sobre todo, muchas niñas y niños maravillosos, que son la razón de mi existencia.
A TODOS ELLOS, ¡MUCHAS GRACIAS!

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